Hace unos meses entré en contacto con una realidad desconocida para mí.
La Vergüenza toca con las creencias más íntimas de la persona. Las que son intocables. Esas creencias que son vividas casi como Valores.
Al poco tiempo tuve la oportunidad de hablar con una persona que prefiere no poner comida en la mesa antes que ir al comedor social o pedir comida en la iglesia. Me contaba la Vergüenza que sentiría si sus vecinas se enterasen de ello.
Lo primero que se me pasó por la cabeza fue darle una charla de recuperación de su dignidad. Sin embargo ella hacía caso omiso de mis palabras… Y recordé la frase que escuché hace tiempo “nadie se deja aconsejar por otro que no se ha tomado la mínima molestia de conocerle y comprenderle”.
Vi que necesitaba ser acompañada en esas cosas que para ella tocan con lo más profundo de su identidad: ser una buena madre que da de comer a sus hijos y que es una buena esposa, y no abandonada por su marido como era el caso.
Bajé a tierra y me puse a su lado, a escuchar lo que decía. Ella vivía en pánico todas las horas del día. Cuando llegaba la hora de comer no sabía qué poner en la mesa para su hijo. Y a la vez si salía a la calle no quería que los demás se diesen cuenta de ello porque no hacía la compra.
Sentía mucha Vergüenza. Y le pregunté cuál era la razón de su Vergüenza, ya que ella no había elegido esa situación. Y me dijo que sentía que era Culpable y que debía hacer más por salir de la situación. Y si no salía era porque algo no estaba haciendo bien. Los juegos de la Culpa.
No dije mucho en este caso. Validé su sufrimiento y le hice algunas preguntas para que viese la conexión con esas creencias que tenía tan arraigadas. Creencias que habían sido marcadas con fuego y heredadas de su entorno.
Lo que necesitaba era que alguien viera el mundo de la misma manera en que lo veía ella. No ser criticada. Y ser aceptada tal y como era.
Se trataba de una sola sesión improvisada, por lo que en una hora no se puede hacer mucho más que escuchar. Como no la iba a ver más, necesité cerrar la sesión con algo de esperanza.
Pero ¿qué esperanza?
Entonces decidí darle solo mi opinión, para que supiese que al menos había sola persona en el mundo para la que ella no era una Vergüenza. Y que me dolía que tuviese tanto sufrimiento por algo que no había elegido ni en sueños. No quería que se avergonzase porque vivir con ese dolor era muy difícil y ella lo estaba haciendo. Y eso me producía admiración…
No la he vuelto a ver más, por lo que no sé cómo ha evolucionado. No sé si va al comedor social o a Cáritas, o sigue esperando que alguien anónimo le haga la compra.
Este es uno de tantos casos en los que tienes que olvidar la tendencia a resolver rápidamente. Solo se puede ayudar estando y con la presencia dar sentido al sufrimiento del Otro.
Escuchar al Otro ya es sanador en sí
La Escucha es terapéutica en sí. Solo ser escuchado y aceptado sin juicio es sanador. Y es una gran labor, aunque no lo creamos. Ella necesitaba más que nada en este mundo: ser escuchada por alguien anónimo, y sin juzgar.
Tratar con algo tan íntimo como su Vergüenza requiere aceptarla previamente.
Y para aceptarla, tengo que comprenderla.Y para comprenderla tengo que escucharla.
Si yo le hago sentir avergonzada por sentir vergüenza, entonces estamos empeorando la situación. Primero debo ver todo el contexto y sentir el mundo desde ella. Entonces empiezo a entender.
Este caso me tocó por dentro y me hizo tomar conciencia de dos cosas: Que a veces solo se puede ayudar estando y que en algún lugar de mi, muy recóndito y oculto a los demás, yo también siento un tipo de Vergüenza parecida a la de ella. De esa que te hace sentir culpable cuando crees que hay algo más que puedes hacer, aunque no sabes el qué.
Y tú, ¿hay algo que te haga sentir ese tipo de Vergüenza?.
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La Vergüenza toca con las creencias más íntimas de la persona. Las que son intocables. Esas creencias que son vividas casi como Valores.