Hoy María me ha dicho que ya no va a beber. Ayer fue capaz de decir no por primera vez (dio el taconazo) y a partir de ahora celebrará su cumple-mes en abstinencia los días 18 de cada mes. Sé que es mentira.
No lo va a cumplir. Todavía no lo puede cumplir.
Aún no se ha enfrentado a un síndrome de abstinencia del alcohol y, si todavía no tiene todos los anclajes necesarios, no podrá hacer frente a esto ella sola.
María ha estado sin venir unos 5 meses. En la última sesión reuní a ella y a su marido para informar de la magnitud que estaba tomando la situación. Y ella, como buena alcohólica que niega la importancia de su consumo, se enfadó conmigo y dejó de venir.
Hace una semana reanudó de nuevo las sesiones y llegó llorando y sin parar de preguntarse: “Pero POR QUÉ bebo?, si yo sé que es una tontería y que no me viene bien… pero POR QUÉ bebo? Por Qué me sucede esto a mí?«.
Odio esta pregunta, me la he hecho durante años, ¿por qué sigo bebiendo si sé que me está arruinando la vida?, ¿POR QUÉ?.
A fecha de hoy, con 10 años de abstinencia por delante y con la experiencia que tengo en acompañamientos a mujeres alcohólicas, he visto que la búsqueda del por qué es infructuosa y muy peligrosa.
Si encuentras la razón por la que bebes; ya tienes una razón para seguir bebiendo.
Por ello hago un pacto o contrato verbal con ellas, no preguntarse el “por qué bebe” durante el proceso de acompañamiento. Dejar esta pregunta aparcada para ser resuelta en el futuro.
Les pido que sustituyan el “Por Qué” por el “Cómo voy a superar la abstinencia” y “Para qué voy a dejar de beber”. Y funciona mucho mejor.
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