El Duelo y los Niños de 3 a 6 años
Estamos acostumbrados a preservar a los niños de todo el sufrimiento que consideramos innecesario. Por ello no les llevamos a hospitales a ver enfermos, a las residencias a ver a los abuelos, ni a los tanatorios o entierros.
Los niños crecen aislados de la muerte y viviendo en una burbuja que un día puede explotar con la muerte repentina de un ser querido que forma parte de su entorno inmediato.
Los niños sienten y viven el duelo
Cuando son muy pequeños lo perciben por la ausencia de esa persona y por el cambio de hábitos que suele aparecer en la familia. Y a partir de 3 o 4 años ya pueden preguntar por la persona que ha fallecido, aunque no comprenden el concepto de la muerte en su totalidad.
Es difícil responder a las preguntas de un niño en este tema. En la mayoría de los casos no sabremos ni qué decir y preferiremos evitar el tema con ellos. Pero eso no elimina el hecho de que son conscientes y sufren. Y sufren solos cuando entienden que es un tema del que no hay que hablar.
Cuando fallece alguien cercano, como un abuelo, el universo del niño formado por seres todopoderosos y eternos se tambalea. Ahora sabe que sus padres también pueden morir y eso le produce gran inseguridad y miedo a quedar solo.
¿dónde está?, ¿puede comer y beber?, ¿me puede escuchar?, ¿puede respirar si está debajo de la tierra?, ¿cuándo va a volver?, ¿cuándo vamos al cielo?
¿Cómo responder a sus preguntas?
ConsueloSantamaría, experta en Duelo y autora de la joya “El duelo y los niños” nos recomienda responder a sus preguntas:
- Con Autenticidad (nada de mentiras),
- Aportándoles Seguridad Emocional y
- Explicándoles la vida como un proceso.
Explicándoles con mucho cariño que la muerte implica dejar de respirar, no abrir los ojos, no poder andar, no sentir dolor, etc. Diciéndoles que la muerte es universal y que nos va a llegar a todos (autenticidad), y a la vez aportándoles la seguridad emocional que necesitan:
“… Pero papá y yo te queremos mucho y te vamos a cuidar siempre que estemos contigo”.
4 preguntas que hacen los niños cuando alguien muere
- Pregunta 1 niño: “Mami, tú no te vas a hacer viejecita como el abuelo, ¿verdad?”
- Padre/Madre 1: “Sí, hijo, yo me haré viejecita como todos (autenticidad), pero mientras me voy haciendo viejecita te querré siempre, puedes estar seguro de ello… (seguridad emocional). ¿Acaso tú no quieres hacerte grande como papá? (aceptación de la realidad). Todos crecemos y nos vamos haciendo mayores (vida como un proceso)”
- Pregunta niño 2: “Mamá, ¿yo también me voy a morir?”.
- Padre/Madre 2: “Sí, hijo, todos nos tenemos que morir (autenticidad), pero ¿cómo estamos ahora?: juntos, verdad? Pues eso es lo que importa: que estamos juntos y que nos queremos mucho, mucho, mucho (seguridad emocional)”
- Pregunta niño 3: “Mamá, ¿qué es morirse?”
- Padre/Madre 3: “Morirse quiere decir que ya nunca más volvemos a verle, que no podremos hablar con él, que ya no respira. Cuando alguien se muere, ya no siente dolor, ni ve, ni habla, ni escucha…; es decir, no siente. El cuerpo ya no sufre ningún dolor, porque ha perdido la sensibilidad”
- Pregunta niño 4: “¿Dónde está el abuelo?”
- Padre/Madre 4: Cuidado en la respuesta a esta pregunta. Puede crear confusión. Lo que sí podemos asegurar es que el abuelo está en nuestro corazón, en el recuerdo y en el agradecimiento por la vida que vivió. Y que puede hablarle mirando a las fotos o los vídeos.
Comportamientos diferentes de los niños en duelo
Además de las posibles preguntas, el miedo puede aparecer a través de comportamientos que son comunes en esta etapa de vivencia del duelo:
- Comportamientos regresivos: querer estar al lado de sus padres continuamente, quejarse por todo, falta de control de esfínteres, pedir biberón, chuparse el dedo, llorar por todo, enfadarse continuamente.
- Pueden tener pesadillas.
- Necesidad de mayor atención y de crear vínculos, etc.
- Si le hemos dicho que el abuelo se ha ido de viaje, puede tener miedo a viajar. O a volar si cree que está en el
cielo. O a dormir si le hemos dicho que está durmiendo. - Además de sentir tristeza, apatía, negar la muerte del difunto, miedo a la
enfermedad, …
Las consecuencias de la negación u ocultación de la muerte al niño no son positivas. La incomunicación le priva de la oportunidad de aprender lo que es el ciclo de la vida. Le corta la elaboración correcta del duelo. Y finalmente le impide desarrollar la capacidad de frustración, tan necesaria en la vida.
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Apartar a los niños de la muerte, es apartarles de la vida. Deben aprender a vivir con la frustración de la pérdida.