Atendiendo a personas he podido comprobar que hay una idea secreta que subyace en muchos casos: «yo soy ciclotímica y los demás no». O incluso «creo que soy bipolar».
Es normal tener subidas y bajadas de ánimo. La naturaleza también las presenta: los árboles pierden las hojas, llega el invierno, después florecen en primavera… y lo vemos como normal.
El problema es que queremos estar arriba todo el tiempo… y acabamos viviendo en la Euforia.
Y no debemos confundir Euforia con Alegría.
Las estaciones del año también ofrecen un comportamiento bipolar: el invierno es época de recogimiento, de manta y sofá, de poca luz mientras que el verano es una época de expansión, de luz, de movimiento corporal, de más comunicación con otras personas, etc.
No aceptamos estar en bajada de Energía
El problema viene cuando siempre queremos estar arriba. No aceptamos el no estar al máximo de energía. Y empezamos a hiper-revolucionar la máquina que es nuestro cuerpo. Esto nos lleva a un estado de euforia que a veces confundimos con alegría.
En personas que se están recuperando de una depresión (saliendo de ella) puede verse cómo tienen tantas ganas de abandonar este estado que hacen todo lo posible por estar arriba. Y luego viene el bajón terrible y creen que no van a salir nunca.
La diferencia es que la Alegría es armónica y la Euforia te lleva muy arriba y después da lugar a bajones muy acentuados cuando la energía se nos acaba.
Estas situaciones producen mucha inseguridad personal por lo que es mejor evitarlas siempre que se pueda.
Es importante, pues, controlar la llegada de la Euforia, y no confundirla con Alegría.
No confundir Euforia con Alegría
Para ello debemos pararlo al detectar los primeros síntomas de la Euforia:
- No eres consciente del aquí y del ahora.
- La expresión es hacia afuera totalmente sin tener en cuenta tu interior.
- No escuchas al Otro.
- No hay interacción en la comunicación. Es como si estuvieses hablando sola.
- Solo hablas y piensas que vas a seguir diciendo.
- Hablas sin pudor de cosas íntimas o delicadas para ti habitualmente.
- Tu tono de voz es muy alto y no modulas según lo que estés contando.
- La respiración no es fluida. Es entrecortada. Parece que el aire no baja de los hombros.
¿Y qué hago si ya estoy eufórica?
Cuando tomes conciencia de ello: tiempo fuera. Sal de donde estés con cualquier excusa. Ve al baño. Bebe agua, mójate la cara y respira. Lávate las manos y siente el agua tocando tu piel. Empieza a sentirte y a estar aquí y ahora. Vuelve a habitar tu cuerpo.
Sin culpas ni castigos vuelves al mismo lugar que antes y ahora empiezas a escuchar lo que dice cada persona. Y cuando hables que sea para dar respuesta o seguir con el hilo de la comunicación. Percibe que estás rodeada de personas e interaccionas con ellas. Ya no haces un monólogo irritante. Ya estás aquí dispuesta a volver a intentarlo.
Y si vuelve a suceder; vuelves a hacer la misma operación tantas veces como haga falta. Y valora cada vez que lo has conseguido aunque sea por unos minutos solamente. El ejercicio y la práctica te llevarán a manejarte en ello.
Merece la pena porque evitarás los bajones típicos inmediatos, o los del día siguiente. Y los remordimientos por lo que has dicho o hecho. Te ayudará a mantener un mejor equilibrio del ánimo. Ten en cuenta que este equilibrio es dinámico con subidas y bajadas, no es una línea recta. Lo que sucede es que los picos no serán tan pronunciados.
Recuerda que eres perfecta tal y como eres. No tienes que ser más habladora que nadie. Con tu presencia es suficiente. El poder de la presencia es inmenso.
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